La ambición y aspiración de los alquimistas, al menos tal y como la leyenda ha llegado hasta nuestros días, residía en conseguir fabricar una sustancia, la famosa piedra filosofal, que sería capaz de convertir metales vulgares como el plomo en oro. Este proceso de conversión de un elemento químico (en el caso de la alquimia un metal vulgar) en otro (el oro), se conoce técnicamente como transmutación.
Está claro que el oro y el plomo son químicamente substancias o elementos químicos bastante diferentes, y son diferentes porque los átomos que las integran son también diferentes. Si queremos entender un poco mejor estas diferencias, podríamos decir que los átomos de ambas substancias forman sistemas solares con un sol de diferente tamaño (formado por protones y neutrones) y con distinto número de planetas (los llamados electrones).