El ópalo se trata de una piedra semipreciosa del grupo de los óxidos que se caracteriza por su brillo y por poseer un rico y variado espectro de tonos que cambian de color según desde que ángulo observemos la gema, especialmente cuando se pulimenta con forma convexa y redondeada. El ópalo es un mineraloide, es decir, no se trata de un mineral propiamente dicho ya que su composición incluye cristobalita y/o tridimita más sílice amorfa (también denominada humo).
Las cualidades ópticas del ópalo están causadas por unas diminutas esferas de gel silíceo (formadas por capas superpuestas de cristobalita y tridimita) que, gracias a los espacios existentes entre las esferas, dejan pasar la luz provocando su refracción y causando un maravilloso juego de colores. Estas esferas, gracias a su organización compacta, conforman un preciso enrejado tridimensional, siendo la única gema que tiene, por si misma, la capacidad de reflectar los rayos de luz haciendo visibles los colores del arco iris (otras gemas también reflectan la luz, pero este efecto se debe a las impurezas y no a la propia naturaleza de la gema, como es el caso de los ópalos).